sábado, 6 de septiembre de 2014

La enfermedad como mecanismo de defensa

Si le preguntáramos a cualquiera qué le parece más importante de la famosa tríada "salud, dinero y amor", creo que casi todo el mundo elegiría la primera porque la salud es una preocupación prioritaria para todos. Sin embargo, se considera la salud, en general, como algo ajeno al individuo, algo que no tiene que ver mucho con él, excepto, quizás en lo referente a la genética, que últimamente está tan de moda. Las enfermedades son producto de virus o bacterias (en el caso de las infecciosas) que entran en nuestro organismo de manera fortuita. Las enfermedades autoinmunes o las degenerativas son un enigma para la ciencia médica, y se tratan intentando paliar los síntomas. Lo que está claro para todos es que la enfemedad es la falta de salud, e impide al individuo funcionar de una manera eficiente en el mundo y disfrutar del placer de estar vivo.

En el libro "La enfermedad como camino", los autores afirman que no se puede hablar de enfermedades en plural. La enfermedad, en singular, sería la pérdida del orden o armonía del organismo y el síntoma su manifestación. Freud ya dijo que la enfermedad no es más que la manifestación de un conflicto interno que tiene su origen en la infancia y que se expresa a través de síntomas. Desde la perspectiva de la Integración Psicocorporal la enfermedad es un intento de nuestro organismo de mantener la homeostasis (situación interna estable) y de evitar un sufrimiento mucho mayor, es decir funciona como mecanismo de defensa.

"La vida de un organismo es la búsqueda constante de equilibrio entre sus necesidades y su satisfacción" dice W. Cannon. Cuando las necesidades no son satisfechas se produce un desequilibrio interno y el organismo tiene que organizarse de otra manera para no sucumbir. Es esa otra forma la que va estableciendo las bases (el "terreno" como lo llaman algunos autores) que generan la enfermedad. Cualquier necesidad biológica (hambre, sed, necesidad de respirar, de contacto, de respeto por la propia autonomía, etc.) que no se cubre y en consecuencia, puede amenazar nuestra existencia, crea en nuestro organismo un estado de alarma (alerta o stress) que nos obliga a organizarnos de otra manera a todos los niveles (fisiológico-vegetativo, esquelético-muscular, emocional y cognitivo) menos funcional, más vulnerable a la enfermedad pero que, paradójicamente, nos ayuda a seguir vivos.

Al perder la salud, también perdemos la conciencia de cómo era estar sanos. Somos una unidad funcional y cómo hemos dicho más arriba, al organizarnos de otra manera lo hacemos a todos los niveles, por tanto, si estamos conteniendo la respiración a nivel vegetativo, si nuestra musculatura ha perdido flexibilidad y está endurecida y tensa por el miedo (nivel esquelético-muscular) si estamos amedrentados o nos sentimos deprimidos (nivel emocional) es lógico que nuestra visión del mundo tambien cambie (nivel mental) . Olvidamos tambien a todos los niveles perdiendo la conciencia de lo que significa estar sano y creyendo que nuestras necesidades son caprichos de niños mimados.
 
Por tanto, todo lo que no le interesa a la conciencia porque perturbaría la vida que hemos construido (y que en cierta manera nos mantiene seguros) ha quedado sellado en el cofre de nuestra memoria, no sólo cognitiva sino celular, y el cuerpo se encarga de manifiestarlo. Cuando enfermamos nuestro organismo nos está diciendo que ya no puede más, que la realidad que hemos construido no es coherente con sus necesidades. La enfermedad tiene una parte de dolor, de destrucción y de limitación pero tiene otra parte positiva; nos obliga a descansar y nos da una oportunidad para enfrentarnos con todos aquellos asuntos que hemos ido arrinconando, para que los desempolvemos y les busquemos una nueva ubicación.

Esa evidente que cada vez que hemos topado con algo amenazante en el entorno (con entorno me refiero a todo tipo de relaciones que podamos mantener, sobre todo de niños y especialmente con nuestros progenitores o con  las personas que estuvieron a cargo de nosotros y tambien por supuesto al entorno intrauterino), eso nos ha producido angustia y malestar (que es la manera políticamente correcta de decir un sufrimiento a veces insoportable) que han quedado "controladas" con las alteraciones producidas en nuestro organismo. Por eso cada intervención terapéutica que favorezca la circulación energética, cada inspiración profunda que hagamos, cada tensión que soltemos, nos devolverán a la conciencia esa angustia y nos irán contando la historia olvidada de nuestra vida, y nos darán la oportunidad de volver a "ser" nosotros mismos.

En definitiva, las enfermedades, los síntomas no aparecen por casualidad, son una expresión de nuestro conflicto interno y no están ahí para que las quitemos de enmedio, pues nos están avisando de que algo no marcha. Pero el cuerpo se expresa burdamente. No nos hace el favor de explicarnos punto por punto lo que falla. Es como un niño que patalea porque no se siente amado. Es incapaz de explicar que se siente solo, lo único que puede hacer es expresar la rabia que eso le produce.

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